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domingo, 3 de abril de 2011

Los humoristas

Estaba preocupado. Tampoco es que la preocupación me impedía rendirle pleitesías a la Diosa Siesta o a mi dosis diaria de dulce de leche, pero me decía a mí mismo que alguien faltaba en el equipo de trabajo. El programa de radio no tiene un columnista de humor. Aunque sea, semanal. Y, ya se sabe, don Arturo Jauretche nos viene diciendo, desde hace años, que nada se construye si no se lo hace con alegría. Si don Arturo lo dice yo le hago caso. O, por lo menos, trato.
La lista de humoristas es extraordinaria. Tato Bores, Niní Marshall, Les Luthiers, el gran Wimpi, Enrique Pinti, Rudy, Santiago Varela, Daniel Paz, Rep, Quino y seguramente muchísimos más, abonan el terreno fértil de la alegría popular.
Sin embargo, uno nunca sabe por dónde salta la liebre. La liebre saltó por el lado de la puja política de cara a la campaña por saber quién saldrá segundo en las elecciones de octubre próximo.
Nuestro comprovinciano, el usurpador ético del cargo vicepresidencial, acaba de declarar, muy suelto de cuerpo (recuerden, es un maratonista aficionado, sin destino aparente), que él se siente traicionado por el gobierno nacional (como si su función fuera el de embajador de la República de Boludilandia) porque, dice sin ponerse colorado, aportó los votos necesarios para que Cristina ganara los comicios de 2007, en primera vuelta.
Cuando logré expulsar el pedacito de tostada que me salía por la oreja izquierda ( estaba desayunando, medio adormecido como es costumbre), releí y, sí, decía eso. Apuré el último sorbito de café con leche y grité. Grité de felicidad. Ya tenía mi ansiado columnista de humor. Se me ocurrieron varios remates para el chiste, a saber: a) que se lleve esos votos para postularse como presidente del Club de Amigos de Zapatillas "NP" (No Positivas); b) que le proponga a Cristina jugarse esos votos al tute cabrero; y c) preguntarle a Cletus si sabe contar hasta 15; entre otras posibilidades.
Después, más calmado y con los anteojos limpios, volví a preocuparme. Después de todo el tipo parece un ser humano en sus cabales pero, tal vez, se hubiese contagiado de la paciente ambulatoria rubia y, caramba, entonces merecía mi piedad. Que lo haya dicho por twitter le dio un toque de humorismo posmo que levantó un punto, apenas un puntito, mi sentimiento de ternura por aquel que, no ha mucho, recorrió el país, pueblo por pueblo, para recibir las caricias masificadas del gauchaje concheto y sus aduladores clasemedieros.
Pero la mañana me tenía preparada más sorpresas. La cabeza más famosa de Banfield incursiona, cada vez más seguido, en el mundo de la ficción fílmica. Ahora dice que esta película (se refiere al mediometraje "En octubre se acaba el mundo garca") termina con Cristina poniéndole la banda a él. Al oído le decían que se había equivocado de pastilla. Aunque me queda la duda respecto de una cuestión semántica, ¿la banda a la que se refiere será la presidencial, la de música o la armada? No deja de ser humor, si se lo observa con indulgencia. Negro, pero humor al fin.
De manera que, lectora somnolienta, no haré casting para columnista de humor. Me bastará, de aquí a octubre, con un paneo por la verborragia política criolla para surtirme de material riquísimo. Demás está decir, pero lo digo porque me encanta escribir "demás", que mudo mi preocupación a noviembre, cuando empiece a leer los augurios catastróficos del peligro populista, el negraje encaramado en el poder y otras formas del apocalipsis.
Mientras tanto, tengo mis columnistas de humor. En serio.

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