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jueves, 27 de enero de 2011

Literarias

Entrevistado por Andrés Oppenheimer, el flamante Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, se refirió a nuestro país. Dijo: "cada vez que miro a la Argentina me dan ganas de llorar". Si usted cree que el peruano pensaba en los tobas, los jóvenes victimizados en los campos de la pampa húmeda por las multinacionales agrarias y sus hijos putativos; si piensa que la aflicción del notable escritor es por las mujeres humildes de la patria que deben recurrir al aborto clandestino, con riesgo cierto para su vida; si sospecha que su angustia es por la discriminación explícita o implícita que sufren los ciudadanos de países limítrofes o no (entre ellos el suyo, el peruano), por parte de la oligarquía nacional; si cree, piensa y sospecha todo eso, está equivocada, lectora amada.
Marito tiene ganas de llorar porque él ve a la Argentina empobrecida, cautiva del populismo y la demagogia, presa de políticas económicas erróneas. Claro, el tipo es un conspicuo miembro de la Internacional Liberal. A tal punto que en la nómina de los grandes artífices de la cultura argentina nombra a Borges, por supuesto, Sábato, Alberdi y Sarmiento, pero omite, por ejemplo, a Cortázar. ¿Casualidad, amnesia, causalidad?
Como donde él ve populismo nosotros vemos participación popular; donde él ve demagogia, nosotros inclusión; donde él ve políticas económicas equivocadas nosotros vemos independencia; donde él ve empobrecimiento nosotros vemos expansión del mercado interno. Como tenemos distintos oftalmólogos, propongo que, de aquí en más, en nuestro país se lo llame Mario Vargas Llora.

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En su novela "El cementerio de Praga", el intelectual italiano Umberto Eco, pone en boca de uno de sus personajes la siguiente definición: "Una mística es una histérica que llegó antes al confesor que al médico".
Inmediatamente me surgió la duda. ¿Se habrán conocido? ¿Habrán conversado en su escritorio romano? O quizás el encuentro fue en algún café del Trastevere. Me cuesta imaginarlos surcando los canales venecianos en una góndola al arrullo de una canzoneta. Pero también me resisto a magnificar la genialidad del autor de "El péndulo de Foucault".
Si no se conocieron, ¿cómo hizo Don Umberto para definir con tanta precisión a Lilita?

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Disiento. El texto de José Pablo Feinmann no es un ensayo de filosofía política. O, en todo caso, no sólo eso. Se llama "Peronismo I - Filosofía política de una persistencia argentina".
Es un manual de sintomatología, diagnóstico y terapéutica de una enfermedad nacional: el gorilismo. Ataca a derecha y a izquierda del cuerpo social vernáculo. Hacia la derecha, los pelos gorilas cubren linajes, cuentas bancarias, propiedades rurales y urbanas, status y otras glándulas.
Hacia la izquierda, ataca los ojos, el olfato y ciertas funciones cerebrales, produciendo presbiscia, miopía y casos muy extraños de andropausia ideológica.
Este libro brinda elementos imprescindibles para curarse. Si, luego de leído e internalizado, usted amada lectora, sigue pilósamente afectada, busque un congreso de psicólogos (de la tendencia que más le pinte y que admita su obra social) porque entonces lo suyo es crónico.

martes, 18 de enero de 2011

Castaño oscuro

He cometido muchas estupideces en mi vida. Voté a la Alianza, por ejemplo. Hasta voté a Carrió. Y el dosaje alcohólico, en ambas ocasiones, dio no positivo. Tal vez ésta sea otra estupidez. Tal vez gaste pólvora dialéctica en chimangos. Tal vez debería reservarla para otros pajarracos.
Es que hemos encontrado en el sur de nuestra provincia un yacimiento geológico de notable importancia para la ciencia. Y con ramificaciones que pueden llegar a poner en cuestión la teoría del pithecantropus erectus (con perdón del Arzobispo).
Si me animo a seguir con el tema de Malargüe es porque leí dos noticias. Una, cómica; la otra, si no fuera trágica, también sería cómica.
Vamos por partes, Jack querido. El Obispado de San Rafael, de quien depende el célebre Pato Criollo, declama que el pithecantropus no cometió censura, aunque el mismo paleoindividuo reconociese que sí (Le veo a usted lectora el primer esbozo de sonrisa. No sea ansiosa, espere, hay mucho más).
El vocero del Arzobispado de Mendoza, Marcelo De Benedectis, dice que como no estuvo in situ no puede asegurar que Patito haya hecho bien o mal. Consultado acerca de si había visto el video en cuestión, respondió: "Afirmativo" (es que el tipo, oh casualidad, es capellán de la Policía provincial, la del D2, el caso Bordón, caso Guardatti y siguen las firmas), pero aún así no está en condiciones de jugarse, dice. Cuando yo era pibe hacíamos partidos de futbol en la canchita del barrio. Con una pelota de goma, obvio (el latex lo usamos, años más tarde, para menesteres gozosos y profilácticos, lectorcita). El gordito de la cuadra, generalmente el dueño de la pelota, arrugaba cada vez que el equipo del barrio vecino, compuesto por sudorosos morochos malhablados (los cabecitas negras de entonces), se venía en patota contra nuestro arco. El gordo era defensor y los marcaba de espaldas. Nunca más le dijimos gordo. Empezamos a decirle cagón. Cualquier interpretación metafórica con el párrafo anterior corre por su cuenta, lectora.
Ya apareció el político que intenta pasar por ventanilla a cobrar. El diputado cobista Humberto Montenegro le echa la culpa al Intendente Agulles, al Gobernador Jaque y hasta al verdulero de su barrio, allá en Malargüe. Tarde piaste, viejo. Si sos de esas comarcas ¿no sabías cómo funcionan las transas entre el poder político municipal y el eclesiástico? ¿Nunca te enteraste lo de "Taki Ongoy", lo de "El Código Da Vinci", las declaraciones del Pato en Canal 6, justificando el genocidio de la conquista?
Por suerte, no todos son iguales. Tengo la impresión de que la inmensa mayoría de los católicos se avergüenza de ser hermano en la fe de estos cavernícolas. Los mensajes recibidos a propósito de mis reflexiones anteriores así me lo sugieren. Se va la segunda.
Lo que me movió a volver a fatigarlos con mis textículos es esta imperdible declaración del Pato en cuestión: dijo, textualmente, "es diez mil veces peor lo que hicieron los chicos de Lutherieces que el abuso de menores". Lo dijo en los micrófonos de Radio Nihuil.
¿Habrá algún fiscal que haga la denuncia de oficio o tendremos que esperar que el INADI actúe?
Este asunto sucede a miles de kilómetros de la Capital Federal (que, usted sabe lectora, es donde atiende Dios). Por eso, tal vez, la prensa, aún la progresista, ya dio vuelta la página y se ocupa de cosas culturalmente más importantes: el pronóstico para las próximas horas en los balnearios de la costa, la batalla por la taquilla de los espectáculos en Carlos Paz, la gira de los políticos en ojotas por la Rambla marplatense, el bronceado de Carrió y cosas así, fundamentales para el desarrollo nacional.
Lecturas y películas recomendadas. "El Evangelio según Jesucristo", de José Saramago; "La puta de Babilonia", de Fernando Vallejo; "Tratado de ateología", de Michel Onfray; "Yo te saludo, María", de Jean Luc Goddard y todo Pier Paolo Pasolini, católico y marxista (¡vade retro!).

sábado, 15 de enero de 2011

Pato criollo

A Vicente Reale, cura y amigo.
                              
"Creer o reventar. Pues entonces, reventar"
                                                               Isidoro Blaisten

Se llama Jorge Gómez, le dicen Pato, el Padre Pato. Es el cura de Malargüe, el más sureño de los departamentos mendocinos, limítrofe con Neuquén. En ese rincón de nuestra Matria se realiza, todos los veranos, la Fiesta Nacional del Chivo (se ruega no confundir al apetitoso animalito con el famoso "cordero de Dios que quita los pecados del mundo", ni con la publicidad subliminal). Gatos, zambas y chacareras, tonadas y huaynos, alumbran las noches festivaleras. A veces, ésta es una de esas veces, actúan artistas no encasillados en los géneros musicales tradicionales. Malargüe tiene una población aproximada de más de 25.000 almas. El rebaño del Pato.
Hace tiempo ya el Pato ha devenido Pato criollo. Ya se sabe. El dicho popular le atribuye al pato criollo un paso una deposición; otro paso otra deposición, dicho académicamente.
Sucedió hace tiempo. El Pato criollo impidió la actuación de Víctor Heredia para presentar "Taki Ongoy", su cantata referida al genocidio indígena, perpetrado por el imperio español, esa globalización de fines del siglo XV, bajo el auspicio de el sable y la cruz. Tampoco pudieron recalar por esas comarcas las huestes del Pelado Cordera, la Bersuit, acusadas de pornográficas por el mentado Pato criollo.
El nuevo paso y su deposición se produjo en la madrugada de hoy, cuando el Coral Lutherieces, un grupo mendocino de cámara devoto (¡je!) de los originales, cantaba "Educación Sexual Moderna", haciendo cover de la finísima ironía, el deslumbramiento musical y el respeto inmaculado (¡otro je!) al que nos tienen acostumbrados los muchachos de Rabinovich y Cía. Era el segundo tema de la actuación.
Como un poseído por el designio divino, el Pato criollo saltó las vallas de contención que dividen el escenario del público, interrumpió la tarea de los artistas y dijo, textualmente: "Somos católicos y no voy a permitir que pisoteen mi castidad". Hasta aquí nada sorprendente. Que un sacerdote que llegó tarde al Arca de Noé, es decir es un antediluviano, reaccione así, es previsible. Lo inaudito sucedió inmediatamente. Dicen las crónicas periodísticas que parte del público reprobó la actitud del Pato criollo, pero otra parte nada despreciable (en cantidad, digo), lo aplaudió.
No comparto la opinión del colega Walter Gazzo, de MDZ Digital, quien afirma que los artistas dieron muestras de profesionalismo porque cambiaron el repertorio y siguieron con el show. Se fueron a una cueca. La cueca del arrugue.
Marcelo Hernández, líder de la agrupación musical, piensa que lo resolvieron bien. Creo que no, Marcelo. Ningún cachet vale lo que vale la dignidad. O se iba Pato, que es lo que correspondía, o se iban ustedes, los artistas. Para colmo, el recital se vio abortado (¡más je!) por la irrupción de la locutora que "despidió" al Coral a mitad de su performance. Un verdadero ars interruptus. Según el mismo Hernández recibieron cinco explicaciones distintas de este segundo papelón. Ahora debaten si iniciar acciones legales. ¿A quién? ¿A los organizadores del festival? ¿Al Pato criollo? ¿Al intendente que, presente, se dejó invadir jurisdicción? ¿A la Santa Madre Iglesia? ¿A Dios?
Al Pato criollo cabe preguntarle si se ocupó de evitar que Julio Grassi pisotee la castidad de los que debía cuidar; si dijo algo de la castidad pisoteada de miles de víctimas de los pederastas con sotana que en el mundo han sido; de la castidad de los curas palotinos, de las monjas francesas, de Enrique Angelelli y Juan de Dios (¡de Dios!) Murias, de los sometidos a tormentos por el cura von Wernich, de la castidad del patrimonio malargüino enajenado a favor de terratenientes malayos. No se escucha, Padre. No se lo escucha.
De esa esquina de nuestra tierra viene el gobernador que supimos conseguir. Espero que, aunque esté de vacaciones, nos diga algo al respecto. La ética y la moral no se toman vacaciones, don Celso Jaque. Usted fue varias veces jefe comunal de esos pagos y conoce el paño.
Para que quede clarísimo, trasparente. Mi diatriba no se mete con la fe religiosa de nuestra gente. "El que quiere creer que crea y el que no su razón tendrá", cantan Jorge Drexler y Mercedes Sosa. Pero hace tiempo que hemos dejado de ser "el país jardín de infantes" (¡gloria eterna, María Elena!).
José Saramago, el humanista portugués, dijo que, tanto Bush jr. como Bin Laden, se escudaban en el factor Dios para culparse mutuamente por las barbaridades cometidas. Yo creo, con él, que no se puede culpar a quien no existe. Pero, si usted lector o lectora, cree, mi diatriba vale igual.
Creo que el Negro Dolina dijo que, en el fondo, los que escribimos lo hacemos para levantarnos minas. Como en ese sentido soy un fracasado asumido, escribo para ganarme el Infierno.
Cuando me llegue la hora, espero que el GPS no me mande por Malargüe. No quiero llegar manchado con deposiciones sacras.

lunes, 10 de enero de 2011

Arbeit macht frei

Ya se sabe. Fue entre 1940 y 1945, entre dos millones y medio y tres millones de seres humanos fueron asesinados. En alemán, se dice Auschwitz; en polaco, Oswiecim. A poco más de 40 kilómetros de Cracovia se construyó la más perfecta máquina de matar. Su existencia impregna el siglo XX.
A la entrada, se sabe también, un cartel siniestro, cínico, decía "Arbeit macht frei" (El trabajo hace libre). Eso es lo primero que veían los judíos, los gitanos, los comunistas, los homosexuales, los deformes, los demócratas, si llegaban vivos, hacinados en los trenes del espanto. Nunca, hasta entonces, el progreso tecnológico se tuteaba con tanta sincronización con la parca.
Pero no sólo allí. Los lager, campos de concentración, de Dachau, Sachsenhausen y Theresienstadt, también ostentaban el lema nazi.  Dicen los estudiosos del holocausto que la frase proviene del título de la novela del escritor nacionalista Lorenz Diefenbach, publicada en Viena, en 1873. Y dicen también que el obrero polaco Jan Liwacz, orfebre, invirtió la b  de arbeit como símbolo de la rebelión de los prisioneros que conservaron su dignidad. Para completar la obra maestra del cinismo, al jefe de Buchenwald se le ocurrió completar el ingenio. Allí decía, en su pórtico, "Jedem das seine" (A cada uno lo suyo). Los patrones alemanes y yanquis, capitalistas al fin, se beneficiaron con el genocidio. Los Krupp, los Heinkel, los Siemens, los Messerschmidt, los Ford, obtuvieron pingües ganancias. Apoyados, por supuesto, por el formidable aparato propagandístico del Tercer Reich. La burguesía, bah, jugando a la plusvalía con la vida de millones de seres humanos.
Y siguen. Adaptando los métodos, lucrando sin miramientos, aunque el nuevo siglo prometa salubridad, educación y trabajo más igualitario.
En la Argentina hay esclavos. Las recientes medidas judiciales, a caballo de la investigación minuciosa del periodista de Página 12, Horacio Verbitsky, demuestran que los nazis tuvieron cría. En San Pedro y Ramallo, en la feraz pampa húmeda de Buenos Aires, se descubre que sociedades no tan anónimas y los patrones agrarios que se sienten dueños del país, someten a trabajadores temporarios a condiciones medievales. Sin agua potable, sin luz, hacinados en casetas inmundas, sin baños, pagándoles la mitad de lo prometido, sin que sepan dónde están ni como salir. Esta vez las víctimas son los pobres del norte argentino, de piel oscura, cautivos de su propia indigencia, deslumbrados por espejitos de colores de un trabajo digno, caen en las redes de cafishos laborales y son sometidos al vejamen de la indignidad.
¿Por qué ahora salen a la luz estas formas de esclavitud? Supongo que es porque empieza a aparecer, todavía tímidamente, el Estado. Como un mal calco de la barbarie nazi, también hoy los explotadores cuentan con complicidad mediática. Es que son ellos, los explotadores, los que sostienen con sus auspicios las ganancias de las empresas de incomunicación. Una mano lava la otra. Los dueños de los campos en los que se produce esta barbarie son la cría de la oligarquía que se benefició con el extermino indígena perpetrado por Julio A. Roca y sus muchachos.
También aquí, en nuestra Mendoza, los trabajadores ajeros son humillados por patrones anónimos y no tan. Osvaldo Bayer y Vicente Zito Lema, entre otros, lo han denunciado con escasa repercusión.
Si, el trabajo hará libre y le dará a cada uno lo suyo cuando sea más dignidad que plusvalía.

miércoles, 5 de enero de 2011

El tango de Cobos

"La gente muy recta tiene cara de culo"
                                  Sandra Russo

Este es mi primer textículo del año. Terminados los brindis, abrazos y demás rituales de las fiestas, Mendoza parece dormir la siesta. No hace más que ratificar su identidad, su prosapia de acequias, viento Zonda y prólogo de la celebración vendimial. Aquí todo, o casi, recomienza después de la elección de una reina. Una especie de democracia monárquica que la provincia ostenta como una virtud turística, aunque sea una contradicción atávica. Pero, en fin, el turismo manda y todos, o casi, nos sometemos a sesudos análisis acerca de las bondades o maldades del espectáculo, como parte insustituíble de un folklore de café. Sobre todo, nosotros, los periodistas y aledaños, con unas buenas dosis de envidia y razones valederas.
Pero me fui. Vuelvo.
Dudé acerca del tema. El año que partió nos dejó dos sabores, al menos. La algarabía popular del Bicentenario, en mayo. Y la tristeza militante, en octubre. Ése era un tema. Es.
Pude escribir acerca de las declaraciones de un cura español, Benito Fernández, quien pronostica, muy orondo, que la UNESCO trabaja para convertir a la mitad de la humanidad en homosexuales. La noticia del exabrupto no adjuntaba la foto de don Benito, pero apuesto los pocos dientes que me quedan a que tiene cara de culo, según la precisa definición de la colega ut supra. Tampoco agrega el cable en que mitad piensa instalarse el tonsurado si el organismo logra su satánico propósito.
Pude escribir acerca de la necesidad de seguir transformando nuestro sistema político. Quiero decir que, como este año habrá elecciones presidenciales, legislativas, provinciales y municipales, no recaigamos en la electocracia y profundicemos lo hecho para darle más y mejor contenido a la democracia.
Pero esta mañana me encontré con declaraciones del vicepresidente Julio Cobos. Las publica el diario Los Andes (Clarín en versión pedemonte). Nos promete volver a la ingeniería si no es candidato presidencial para octubre. Al menos yo, le tomo la promesa.
Pero la foto con que se ilustra la entrevista, lo muestra en las playas brasileñas abrazando a sus dos hijas. Se lo ve distendido, pero sin poder ocultar todo lo que de verdad tienen la palabras de Russo.
La Argentina necesita y tal vez merezca una derecha mejor. El muestrario de sus representantes es patético. Desde el prontuario fachistoide de Duhalde, pasando por los síntomas de desequilibrio emocional de Carrió (quizás la única con nivel intelectual para ocupar un mejor sitial, pero bloqueada por su afán pitonístico y delirante), siguiendo por la pobreza mental de un hombre rico como Macri, hasta desembocar en este ejemplar de lo que Mempo Giardinelli llamó dirigentes con "mentalidad municipal". Y más atrás, vienen políticos con matriz vieja. Más que vieja, anticuada. Alfonsinín, currando con el curriculum paterno: Ernesto Sanz, apenas sobresaliendo una nariz por encima de la mediocridad que ostenta un partido que dio luminarias a la vida nacional.
Ninguno, nadie por ahora, tiene la dimensión que le vi a Julio Sanguinetti, de Uruguay. En 2004, en Rosario, en el Congreso de la Lengua, me deslumbró con su disertación improvisada. Sólo él y Fontanarrosa no leyeron sus respectivas ponencias.
Pienso en Aguinis, que toma como referencia del sentir popular lo que le dicen los taxistas de Buenos Aires. Pienso en Mariano Grondona y su erudición puesta al servicio de lo más rancio de la oligarquía vernácula. Pienso en ellos y ratifico que necesitamos una derecha más seria, más consistente, con planteos programáticos y no con berrinches escolásticos.
Los nombrados, todos sin excepción, tienen cara de culo. Unos más, otros menos, pero todos.
En 1932, Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo compusieron un tango memorable. Uno de sus versos dice: "Vuelvo vencido a la casita de mis viejos". Los padres de Cobos vivían en el Barrio Bancario, de Godoy Cruz, muy cerca de donde escribo estas líneas.
Allí lo esperan, ingeniero.