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sábado, 6 de octubre de 2012

El ombligo

Es una cicatriz. Ni más ni menos. La tiene todo ser humano, independientemente de su origen, su condición social, su creencia religiosa, su pasión deportiva, su elección sexual o su pertenencia política. Si bien cumple una función nutricia indispensable mientras somos fetos, una vez que salimos al mundo y el cordón que nos unía a nuestra madre se cae, ya está, ya no sirve para casi nada más. Y digo casi porque, desde que el Rey Salomón dice en "El cantar de los cantares": "Tu ombligo es un ánfora redonda donde no falta vino" (Capítulo 7, Versículo 7:2), se ha convertido, sobre todo si la cicatriz aludida es femenina, en fetiche erótico y estético. Sin embargo, anatómicamente hablando, el ombligo ya no nos sirve más. Sí, usted dirá que junta pelusa. Mis orejas también, por no mencionar otros resquicios de nuestro cuerpo, pero tienen utilidades varias. Aunque sea, allí apoyamos las patillas de los anteojos, por ejemplo.
-Perdón- me dice la doctora de la mesa, mientras enciende el cuarto cigarrillo de la mañana-, pero ahora también se usa como puerta de entrada para técnicas exploratorias quirúrgicas, como la laparoscopia.
-Te encargo el léxico- la carga Luis.
-Che, doctora, ¿vos no sos especialista en vías respiratorias? Digo, por aquello de que haz lo que yo digo, pero no lo que hago- interviene Emilito, el profesor de Educación Física en colegios secundarios femeninos.
-En realidad- me meto yo-, me y les pregunto si no será que en nuestro país el ombligo es una construcción cultural.
Me llovieron migas de pan, restos de medialunas, un sobrecito de azúcar y hasta unas gotitas de café. El común denominador de las protestas por mi pregunta era que me dejara de joder con tanto delirio organicista.
-Tenía razón aquel trosko amigo cuando te definió como marxista de café, dijo Luis.
-Y a mucha honra-dijo el Gordo, que creía que le decían a él.
-Si me permiten-insistí-, trataré de explicarles mi tesis. Si, como dicen los matasanos, el firulete objeto de nuestros desvelos cafeteriles de hoy no sirve para niente, ¿por qué hay connacionales que piensan, sienten, votan, manifiestan, conspiran, escriben, actúan, practican deportes, pintan, hacen música, opinan, estudian, creen, crean, rezan, respiran, orinan, defecan, seducen, trabajan, reclaman, suman, multiplican, restan, dividen, investigan, cocinan, comen, beben, se drogan, leen, cantan, esculpen, escupen, publican, dirigen el tránsito, gestionan un club como si fuera un país y un país como si fuera una empresa, hacen cola en el supermercado y en el banco, compran, venden, alquilan, protestan, pagan y cobran, ven televisión y escuchan radio, hacen televisión y hacen radio, vuelan, navegan, nadan y caminan. Y así podría seguir hasta el sábado próximo-Raúl, traeme otro cortado, por favor- preguntándoles por qué para hacer todas estas cosas vitales, usamos el ombligo y no el cerebro o el corazón. No, me equivoqué. El cerebro y el corazón.
Como la primavera tiene curvas de mujer, dejamos por un momento la sociología urbana de día feriado, y rendimos los honores correspondientes a la morocha que, ombligo al aire, dejó el mejor perfume de la mañana. Hasta Mecha, la doctora, largó una bocanada de tabaco que nosotros interpretamos como un cómplice saludo de género.
Ya repuestos de la gratísima impresión, el primero en intentar una respuesta a mi estocada dialéctica fue el profe de gimnasia, que tiene vistos unos cuantos ombligos a lo largo de su itinerario pedagógico.
-Creo-dijo- que, por ser periodista, estás bastante lúcido. Esos connacionales a los que hacés referencia tienen el ombligo demasiado cerca del bolsillo.
-Nosotros también- se metió Raúl, el mozo, sintiéndose ya uno más del grupo.
-Pero algunos no se dan cuenta y otros sí-insistió Emilito.
-Justo hoy que vengo caliente con Isabel Sarli-dice Luis, que es cineasta retro. Y se le nota hasta en el ombligo.
La mañana de sábado es una delicia. La montaña mendocina como telón de fondo, un sol cálido, la brisa que nos acaricia y la mesa en la vereda para que Mecha y el Gordo puedan fumar sin sentirse en el exilio. Desde donde estamos sentados se ve el televisor del bar. Está puesto en la TV Pública, por pedido nuestro.
-¿Ves?-digo- Ahí está. Si ese es el canal para todo el país, ¿qué carajo nos importa, a nosotros y a una señorita de Palpalá, que un choque intrascendente mantenga ocupado un carril del Acceso Oeste a la Capital Federal? Mechita, ¿cómo se llama la inflamación del ombligo?
-Ombliguitis, obvio.
-Eso es lo que tienen los cacerolos del otro día, por ejemplo. Y me parece que es contagioso, aunque los libros de medicina digan lo contrario. O sea, sí creo que el ombliguismo es una construcción cultural, queridos contertulios y compañera contertulia. Sin rima, por favor. Y en esa parte del territorio nacional, es endémica. Si no cómo se explica que gane las elecciones ese vago consuetudinario, el Capitán Veto. Che, Raúl, se me enfrió el cortado por culpa de tanta cháchara. Calentámelo, por favor.
El Gordo, cocinero de pastas y licores y dulces poemas, cada vez más sordo, acotó,
-En la noche 184 de "Las mil y una noches" la bella Budur se desprende la camisa y le espeta al joven Kamaralzamán: "He aquí mi ombligo, que gusta de la caricia delicada; ven a disfrutar de él".
Cada uno pagó su consumición, como todos los sábados, nos besamos con el mismo cariño de cada fin de semana y nos fuimos.
Me dijo, luego, Mecha que el Gordo, sordo por convicción, no entendió tan abrupto fin de la reunión.
Y si usted se mira el ombligo y no le gusta lo que ve, pídale a su librero de confianza que le recomiende una buena edición de esa joya literaria.

1 comentario:

  1. Querido hombre rudo, me acabo de enterar, escuchando el Candil, que estás enfermucho. Espero que el Chavazo, Chavezazo, o como se llame a la eleccionaza de triunfazo venezolano y latinoamericano te levante el ánimo, y los mimos de Celia + las recetas médicas si fueran necesario te curen de lo que te está aquejando. Y si necesitás cualquier cosa que te haga falta, como me dijo un amigo no hace mucho, “contá conmigo”
    Abrazón grande de El Chiquito

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