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jueves, 18 de abril de 2013

Si se calla el doctor

Nunca me gustó demasiado. Aún antes de declarar, con esa risa franca y luminosa que lo identifica desde siempre, que era un "menemista de izquierda". Lo dijo y a nadie se le ocurrió hacerle un test de alcoholemia. Es que Horacio Guarany (o Heraclio Rodríguez, según su documento oficial) siempre fue así. Le escribió una bella canción al gran Benito Marianetti y otra al querido Ángel Bustelo (le tuvo que cambiar el nombre porque los milicos se lo exigieron), le cantó a Santa Cruz y pidió que no se calle el cantor para que no calle la vida. Nunca me gustó y sin embargo lo quiero.
Aclaro que éste no es un homenaje, es apenas la introducción para explicar y tratar de explicarme por qué hay personas (dirigentes políticos y sociales, en este caso) que dilapidan su trayectoria en poco tiempo.
Que los derechistas explícitos pongan toda la carne en la parrilla, incluido el vacío, ni me sorprende ni me preocupa. Eso son y para eso están. Viven alimentando su odio de clase y tratan de contagiarlo. Tienen herramientas, cacerolas. Soldados de cartón, showmans, amplificadores de mentiras y tergiversadores profesionales a sueldo. Hasta cacerolas tienen.
Entonces, inesperadamente, se me activó el músculo de la paráfrasis. Según mi anatomopatóloga preferida, el susodicho se ubica en el flanco trasero del hombro izquierdo y se pone en marcha cada vez que alguien (generalmente, un señor o una señora que, con el ceño fruncido y dándose manija con el dedo índice apuntándome) encara una cámara y, precisamente, con cara de yo-te-digo-la-justa se manda una burrada monumental (sí, grande como el estadio millonario). Es el caso del doctor Hermes Binner, líder oblicuo del FAP, Frente Amplio (o Angosto, como usted prefiera) Progresista (si es que). Poco después de las elecciones de octubre de 2012 que ratificaron el liderazgo de Hugo Chávez en Venezuela, el hermético dirigente socialiode santafesino confesó que él hubiese votado por el candidato derechista Henrique Capriles Radonski, en el supuesto de haber nacido venezolano (a varios compañeros de la revolución bonita los vi hacer cuernitos). Lo expresó ante el periodista militante corporativo Alfredo Leuco y ante cámaras de televisión, obvio. Al interior de su agrupación se armó un despelote, fugaz, pero despelote al fin. Un despelotito, digamos. La cuestión es que algunos trataron de despegarse, aunque sea un poquito. Después de una siesta reparadora, reflexionó (no le pidan mucho) e intentó aclarar, oscureciendo. "Fue una respuesta rápida", dijo. Como si rapidez y lentitud fuesen categorías aptas para medir la sinceridad o la impostura.
No conforme con ese protagonismo mediático, en estos días de nuevas elecciones bolivarianas, cargadas de conspiración, golpismo fascista, agresión, odio y muerte, reincidió. Según el exgobernador de Santa Fe y una de las esperanzas blancas del neoliberalismo vernáculo, los asesinatos de hombres y mujeres chavistas a mano de las hordas convocadas por el candidato derrotado serían un producto lógico derivado de los gobiernos populistas. O sea, que Venezuela haya sido país declarado libre de analfabetismo, por ejemplo, es causa directa de las muertes de ocho latinoamericanos. Si a usted, lectorcita aterciopelada, le resulta raro y le provoca esa sensación mezcla de náusea, carcajada y rabia, es normal, quédese tranquila, sus hormonas funcionan bien. Y las mías también, pero no le estoy proponiendo nada.
Esta vez, sus correligionarios no emitieron sonido audible. Es decir, acordaron.
Por eso me acordé de don Horacio y se puso en marcha mi músculo de la paráfrasis. Abrazado a un imaginario afiliado socialista de verdad (que los hay, no muchos, pero hay) cantamos, con letra adecuada y sin gritar como el autor originario: "Si se calla el doctor/ brilla la vida..." Y, por favor, que no se sienta censurado. Simplemente, es un consejo para evitar una patología de moda entre cierta dirigencia política nacional, el sincericidio.

1 comentario:

  1. No, que no se calle, más vale canalla bocón que canalla silencioso.
    Además, solito encarajina el frente interno. La idea de "socialismo" sigue siendo idea, y alguno habrá que la tome en serio, aunque un palurdo anestesiado pretenda que es coartada de sus miserias.

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