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jueves, 17 de julio de 2014

Un sincero agradecimiento

El museo estaba cerrado. Ella y tres turistas vieron frustrado su proyecto de ingresar. A esa misma hora, en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, las selecciones de fútbol de Argentina y Alemania disputaban la final de la Copa Mundial de ese deporte. Quiero imaginar que la insistencia de la señora por recorrer la institución (privada, aclaró ella ante el periodista que la entrevistó. Joaquín Morales Solá, o sea, estaba en casa) coincidía con el instante exacto en el que el arquero alemán Manuel Neuer cometía intento de asesinato en el área grande contra Gonzalo Higuaín, nuestro delantero. Pero es sólo mi maléfica imaginación y no la puedo domesticar. Felizmente.
Estaba enojada la señora. Dijo que, curiosa y dispuesta a confirmar que este país es raro, hizo varias llamadas telefónicas a diversos museos y comprobó que sí, la Argentina es un país raro. En ningún caso le respondieron. Por supuesto, agregó que esto en Europa no sucede. Los museos están abiertos caiga granizo, Merkel se intoxique con chucrut o Rajoy haga un curso de retórica y lo apruebe. Menos los lunes, obvio. A propósito, la directora del Museo Histórico Nacional, Araceli Bellotta, confirmó que la institución estuvo abierta al público y que, además, hubo una pantalla para que quienes allí trabajan y ocasionales visitantes puedan solazarse con el compromiso de dignidad que dieron los chicos de Sabella.
Pero no quedó ahí la protesta de la señora. Gracias al "Frankfurter Zeitung" supo que el "Empire State Building" lució los colores de la bandera alemana como homenaje al flamante campeón mundial. Pudo haber sido el celeste y blanco, señaló, pero los medios nacionales retacearon la información, dijo. Le faltó aclarar que el retaceo incluyó a las distintas ventanillas de cobro del Grupo para el cual trabaja la decepcionada intelectual.
Beatriz Sarlo, de ella se trata, me hizo acordar a Eduardo Galeano. No, no estoy loco. Al menos no por esto. El uruguayo protesta cada vez que le dicen intelectual. Para él los intelectuales son seres humanos que tienen disociados el cerebro y el corazón. Y él ha dado, y sigue dando, muestras de un magnífico equilibrio entre ambos. Lo expresa cada vez que puede y lo ratificó en aquella inolvidable cena en casa, hace un par de años.
De ahí mi agradecimiento a la Sarlo porque es un ejemplo vivo de intelectual. Con el cerebro en el "Frankfurter Zeitung" y su patriótico corazón en el "Empire State Building".

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